Fotos que cuentan la historia de Laureles

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Elegir 10 oct 2017
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Un iglesia en construcción y un paquetado de empanadas

"Yo recuerdo, con mis padres cuando íbamos a misa a Santa Teresita, que era muy grato ir porque era una iglesia en construcción. A mí me encantaba ver eso, me encantaba ver el atrio lleno de gente y todas las actividades que había alrededor de la iglesia de Santa Teresita. En esos momentos uno podía decir que la parroquia atraía mucha gente, atraía a la comunidad, nosotros nos veíamos los domingos caminando por la 76 con una gran cantidad de vecinos que íbamos a misa y el atractivo más lindo que yo le encontraba en ese momento era los domingos, cuando la iglesia ‘abierta de par en par’, como dirían nuestras abuelas, hacía sonar el órgano, hacía sonar una música preciosa que desde la misma avenida 33 se escuchaba, ahí fue donde yo conocí la Tocata y fuga en re menor, de Bach.
Afuera era tradicional ver un lustrabotas chocoano, un tipo muy hábil para sacarle brillo al zapato, y le hacíamos fila antes de entra a misa de 11, como también hacíamos fila para comprar panelitas.
El motor central que yo conocí, que movía la iglesia en ese tiempo, era el padre Víctor Widemann, quien posteriormente fue Monseñor Víctor Widemann. Sus cenizas reposan hoy día en el cenizario que tiene la iglesia en sus bajos. A él se le debió el gran empuje que tuvo la parroquia y era muy querido por todos nosotros. El padre Widemann, como lo conocíamos en ese tiempo, era muy cercano a cada uno y apenas se terminaba el misa, el padre salía y conversaba con la comunidad, y ahí había como tres o cuatro eventos muy importantes que teníamos todos después de la misa; el primero, ir a hacer una interminable fila para poderse comprar 5000 pesos en empanadas". Guillermo Molina para Radio Bolivariana (2013)

¿Y dónde está la mano de Marco Fidel Suárez?

Foto Luis Fernando López / Reproducción Edwin Bustamante

"La escultura que está ubicada en el Segundo Parque es del maestro Octavio Montoya, que es un gran retratista de principios del siglo nuestro. Cuando vino el papa Juan Pablo II, a mí me tocó hacerle mantenimiento a esa obra y ella tenía la toga y encima el brazo completo. Esta fotografía me parece muy importante porque muestra la obra en su todo su contexto, pues, si la vemos ahorita, ya la vemos destruida, sin el brazo y la gente piensa que era así originalmente, porque el pliegue de la toga coincide con la muñeca y da la sensación de que la obra está en su totalidad. Lo que pasó fue que alguien inoficioso ‘palanqueó’ el brazo, porque la mano no estaba pegada al torso de la escultura. Al hacerle presión la reventaron por la muñeca y seguramente la habrán vendido por kilos. Ahora que se está haciendo esta labor tan bonita de rescatar la historia del barrio, a mí me parece también muy importante que se rescate también la parte monumental de la obra escultórica de nuestro sector. Laureles tiene mucha obra regada en sus edificios, pero nosotros no tenemos una conciencia de mantenimiento de obras de arte, pensamos que las obras se hacen y hay que dejarlas ahí, pero las obras son como los carros: usted compra un carro y cada 8 días lo tiene que lavar, encerarlo, brillarlo y mantenerlo bonito. Entonces es muy bueno que existan movimientos que traten de recuperar toda la historia, pero que también recuperemos las obras de arte". Miguel Ángel Betancur

Una casa que se resiste a dejar de exisitir

Foto Anibal Vallejo / Reproducción Edwin Bustamante

"Esa casa tiene 71 años, más o menos. Es de las pocas casas que quedan aquí en Laureles de los inicios del barrio. Era un barrio de clase media o media alta y realmente era como el desarrollo urbano de Medellín copiado de Europa. Las casas no lindaban muro contra muro porque eran separadas normalmente por el solar, y una prueba parcial de esa separación entre propiedades la tenía la casa de esta foto, en la que yo habito en este momento: tenía aleros que volaban hasta 70 centímetros por todos los costados de las casas, fundamentalmente más grandes en la parte frontal como una remembranza española de la protección por el clima. Para la época de lluvias la gente no necesitaba paraguas y caminaba fácilmente bajo los aleros. Los dos edificios laterales destruyeron los aleros de la casa. Ellos, por ganarse unos centímetros, de una manera dominante, impositiva y carente de todo concepto estético, hicieron que cortaran los techos, afectando completamente la fluidez de las aguas lluvia (...). Mucha gente se tuvo que ir de las viejas casas. La sociabilidad se pierde y la construcción masiva hace perder el punto de encuentro. La gente joven no tiene dónde encontrarse entonces se tienen que ir para la discoteca, el bar, el restaurante o el lugar en el que pueda tomar licor. Entonces, si no hay sociabilidad, no hay seguridad. Si la gente está encerrada en un edificio de 12 pisos, a nadie le importa lo que pasó en la calle, y al que está caminando le da miedo pasar porque no hay quién le dé seguridad".
Aníbal Vallejo

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Created by Tal Garner
On Nov 18, 2021