Ella jugueteaba con una navaja entre sus dedos. A veces fallaba y sin querer se pinchaba, manchando de sangre sus guantes negros de encaje. Picasso –fascinado-, le pidió que le regalara esos guantes para guardarlos para siempre de recuerdo".

Paúl Éluard, el poeta francés que los presentó.

No se sabe con qué propósito Maar se cortaba ligeramente con la navaja, pero fue ese icónico momento el que cambió su vida para siempre. Desde ese instante, se convirtió en la musa de Picasso y en su devota enamorada.