11 SERIES Y NOVELAS COLOMBIANAS QUE USTED TUVO QUE HABER VISTO (EN COMPAÑÍA DE UN ADULTO RESPONSABLE)

41 minutos de Verónica Orozco y un hermoso sombrero afro:

Si Estados Unidos tenía el Mickey Mouse Club, esa prodigiosa escuela de talento de donde surgieron estrellitas de la talla de Justin Timberlake, Britney Spears o Ryan Gosling, nosotros teníamos Oki Doki. La historia de unos muchachitos con apodos de plaza de mercado, que conformaban un grupo musical a lo Menudo, quedó en la memoria porque fue el primer escalón de actores como Verónica Orozco, Carolina Cuervo, Cecilia Navia y Jorge Pérez, produjo varios éxitos radiales que sonaron en la inocente Colorín ColorRadio, y presentó a dos de los personajes más trolleados de nuestra cultura popular: Coco y Tomillo.

Padres e hijos, Camelot, Pablito y Julius. Video de colección:

Las carencias en la formación familiar de muchos se vieron compensadas con esta cuasi-inmortal serie que, por su horario, se consagró como el complemento ideal de la digestión del almuerzo. Las historias de la familia Franco se convirtieron en el reflejo de las familias más comunes y corrientes de la clase media, con dramas cotidianos como la calvicie de Charlie, la rendida del mercado con tanto primo, primo segundo y primastro que llegaba a la casa, o la promiscuidad de la gordita de la familia. Camila Zuluaga, Manolo Cardona, Diego Cadavid y Sebastián Martínez, no se escondan: aún nos acordamos de que sus carreras despegaron en la casa donde para todos había almuerzo. Julius y Pablito, a ustedes tampoco los olvidamos.

Ojo al primer capítulo:

El centralismo colombiano se hizo evidente en esta serie que mostraba las vivencias de estudiantes “de provincia” en Bogotá. Con algunos elementos de las sitcom gringas, “O todos en la cama” hacía un sancocho con personajes paisas, costeños, pastusos, caleños y rolos, mientras mostraba escenas clásicas de la vida universitaria. Un documento valioso de las costumbres de nuestros antepasados.

¿Spice Girls? No gracias, nosotros teníamos a Las Juanas:

Bernardo Romero Pereiro, uno de los libretistas de culto de nuestra televisión, logró trasladar el realismo mágico caribeño al tradicional formato del melodrama. Aunque no escapó a la obligación de contar la historia de un amor tortuoso entre el galán y la heroína, “Las Juanas” se conviritieron en un fenómeno nacional y se consagraron como una especie de Spice Girls de Corozal, Sucre, al reunir cinco versiones distintas de la feminidad. Una negociante, una religiosa, una marimacha, una esotérica y una artista, conformaban este grupo de hermanas con las que todo el mundo se podía identificar y escoger su favorita. Además, perteneció a la era dorada en la que todo el mundo conocía y compraba la banda sonora de las telenovelas.

El histórico momento en el que Betty la fea, dejó de ser fea:

Es muy posible que Colombia no vuelva a ver un producto tan cautivante e influyente como esta telenovela. No solo se trata de hablar de sus récords (en el 2010 ingresó a los Guinness como la novela más exitosa de la historia al lograr ser emitida en más de 180 países, doblada a más de 25 idiomas y contar con al menos 28 adaptaciones alrededor del mundo, entre ellas la versión gringa “Ugly Betty”), sino que se convirtió en un símbolo nacional. Betty era una heroína del pueblo; no pertenecía a las caras lindas que usualmente protagonizaban las historias, representaba a la gigante clase media que lleva coca de almuerzo a la oficina y sufre las injusticias de sus jefes, y vivía bajo un estricto régimen familiar. Por eso el país entero, viera o no viera la novela, conoció y se identificó con su historia, una que se dio el lujo de tener apariciones estelares de las personalidad más importantes del momento como la modelo Adriana Arboleda, la Señorita Colombia Andrea Nocetti, la diseñadora Silvia Tcherassi o hasta el propio presidente Andrés Pastrana.

Podrá morirse la televisión, pero nunca olvidaremos el “revoliaaa, revoliático”:

En tiempos en los que la Bogotá Humana ni siquiera estaba en la barriga de la mamá, la Alcaldía Mayor creo junto a RCN un seriado que hablaba sin tapujos de los problemas de los jóvenes en un colegio distrital del sur de Bogotá. Así fue como el libretista Yuldor Gutiérrez armó un retrato fiel de problemas como embarazo adolescente, pandillas, violencia intrafamiliar o drogadicción, mientras inmortalizó gritos de batalla como el “Jimmy Connection”. Aunque su momento épico fue su primera temporada, “Francisco el matemático” fue otro gran semillero de talentos actorales.

Antes que coqueteara por los terrenos del pop, Cony Camelo cantaba cumbia villera transexual:

En el 2005 llegó a la televisión la adaptación criolla de la película “Los Beverly Ricos”. Esta novela no solo se burlaba del elitismo y las “sofisticadas” costumbres de la clase alta, sino que también logró causar revolución por haber sido el primer programa que incluyó dentro de su reparto a una actriz transgénero como Endry Cardeño. El cómico personaje de Beto Reyes, interpretado por el magistral Enrique Carriazo, y sus hijos Leo (Julián Román), Hilda (Cony Camelo) y Totoy (Henry Montealegre), pegaron en la jerga popular dichos como “¡vooyyyy!”, “mi diosa coronada” o “hágale cosquillas a la tortuga”.

En verdad no nos cansaremos de decirlo: ¡gigante Andrés Parra!

Las infinitas temporadas de programas como “El cartel de los sapos” o “El Capo” asentaron a las narconovelas como una tendencia en la televisión colombiana. Sin embargo, aunque por un lado los anhelados números de rating y ganancias estaban llegando, por otro, el país debatía si esta no era una forma de hacer apología al delito. En medio de la controversia Carlos Moreno, uno de los cineastas más reputados del país (“Perro come perro”, “Todos tus muertos”, “¡Qué viva la música!”), la productora Juana Uribe y el actor Andrés Parra, encabezaron un ambicioso proyecto dentro de este estilo de producciones, al abandonar la ficción y meterse con nombres y situaciones reales. La seriedad de la producción y la soberbia interpretación de Parra, permitieron que esta adaptación de la vida del mayor narcotraficante del país, sirviera como espacio de reflexión sobre una etapa de nuestra historia que aún sigue turbia y empantanada.

El cabezote de esta serie era una oda al peinado honguito en los hombres y al capul trabajado en las mujeres:

Dentro de la colección de fetiches de la clase media, la unidad residencial o el conjunto cerrado, también fue objeto de análisis y fuente de inspiración de una serie televisiva. Este “Friends” cachaquizado y puberto fue una guía rápida para entender cómo funcionaban amistades de barrio, tragas colegiales, peleas entre vecinos, y registrar personajitos excéntricos como el loco que pretendía contactar a los extraterrestres

Un adolescente coquetea con la esposa de su mejor amigo adulto y vago, por lo que deciden batirse en un duelo a muerte. Así era la televisión con la que crecimos:

“Tentaciones” era como meter en la licuadora a “Padres e hijos”, “El exorcista” y unos cuantos disfraces de sex shop. La idea era sencilla: una diabla (interpretada sucesivamente por Isabella Santodomingo, Nórida Rodríguez y Rosmery Bohórquez) y un ángel luchaban en todos los capítulos por mantener unido al matrimonio de Rafael y Camila. Este punto de partida claro y concreto sirvió para llevar la serie a todos los límites del absurdo (al punto que hubo un capítulo que hizo una versión libre de “Jumanji” pero con las siete plagas de Bogotá), logró mantener cautiva a la audiencia que llegaba del colegio a postergar las tareas viendo televisión.

Este, de lejos, es el fragmento más surreal, absurdo y bien escrito de la televisión colombiana:

Si Luis Buñuel, Salvador Dalí o Bertold Brecht hubieran hecho televisión en Colombia, “Leche” habría sido su obra. En vez de estos maestros del surrealismo y el absurdo, los libretistas Bernardo Romero Pereiro, Daniel Samper Pizano y Jorge Maronna, y el director Victor Mallarino, hicieron una novela consciente de los clichés de las novelas, que se burlaba de sí misma y del género, y con humor negro finísimo. Los lugares comunes del melodrama, como una historia de amor prohibida y las intrigas de los antagonistas para quedarse con la fortuna de los inocentes protagonistas, se mantenían en esta historia, pero totalmente revolcados y con un tono más cercano a lo teatral. Una obra demasiado avanzada para su época y, tal vez, demasiado avanzada para la televisión.