Mucho antes de que el mundo entero se enamorara de ellos, y los incluyera en todo tipo de recetas, el cacao y la vainilla ya tenían en México leyendas acerca de su nacimiento. Historias que ligan la m...

Mucho antes de que el mundo entero se enamorara de ellos, y los incluyera en todo tipo de recetas, el cacao y la vainilla ya tenían en México leyendas acerca de su nacimiento. Historias que ligan la mitología prehispánica con estos ingredientes. Aquí las compartimos:

En tiempos del Rey Teniztle tercero de la dinastía totonaca, una de sus esposas dio a luz a una niña a quien pusieron por nombre Tzacopontziza (Lucero del Alba) que por su singular hermosura fue consagrada al culto de la diosa Tonacayohua, cuidadora de la siembra, el pan y los alimentos.

Pero un príncipe llamado Zkatan-Oxga (Joven Venado) se prendó de ella a pesar de que sabía que tal sacrilegio estaba penado con la muerte. 

Un día que Lucero del Alba salió del templo la raptó, huyendo con ella a la montaña. En su camino, un monstruo los envolvió en oleadas de fuego, obligándolos a retroceder adonde los sacerdotes les esperaban airados y antes de que Zkatan-Oxga pudiera hablar, fue degollado, corriendo la misma suerte la princesa, siendo después arrojados sus corazones en el área de la diosa.

Allí la hierba, al secarse, de su sangre empezó a brotar un arbusto, cubriéndose de espeso follaje, dando nacimiento a una orquídea trepadora con asombrosa rapidez y exuberancia, perfumando el ambiente con su aroma.

Cuenta la leyenda que ante las penurias que pasaba el pueblo tolteca los dioses compadecidos
decidieron mandar a un dios para brindarles sabiduría, enseñándoles ciencias y artes, para realizar esta misión eligieron al dios Quetzalcóatl, quien tomó forma humana y descendió en un rayo de luz de la estrella de la mañana.

(…) Fue así como Quetzalcóatl, con ayuda de Tláloc, el dios de lluvia y Xochiquetzal “flor emplumada” diosa del amor y creadora del pulque dotaron al pueblo de sabiduría convirtiéndolos en artistas.
Pero Quetzalcóatl tenía más planes para el pueblo, pues antes de llegar a la tierra robó a sus hermanos un fruto que era exclusivo de las deidades quienes la guardaban celosamente, porque de ella obtenían una bebida tan magnífica que sólo ellos eran dignos de probarla.

Quetzalcóatl plantó el pequeño arbusto de flores rojas en los campos de Tula pidió a Tláloc que lo alimentara con la lluvia, y a Xochiquetzal que lo adornara con flores. Pronto el pequeño árbol comenzó a dar frutos. Quetzalcóatl recogió las vainas, hizo tostar el fruto, enseñó a molerlo a las mujeres toltecas y lo batieron con agua en jícaras y así nació el chocolate.

Ante el acto los dioses enfurecieron y juraron venganza contra Quetzalcóatl y contra los toltecas, fue así como descendió Tezcatlipoca, dios de la noche y de las tinieblas, quien se encargaría de avergonzar. (…) Fue así como Tezcatlipoca se hizo pasar por un mercader, quien ofreció a Quetzalcóatl
una bebida “mejor” que el cacao, convencido bebió del jugo que se le ofrecía, que era el jugo fermentado del metl, el maguey, o sea, el pulque.

Quetzalcóatl lo bebió y se embriagó, y bailó y gritó y el pueblo o miró hacer gestos ridículos. Después se durmió, y, al despertar, con la boca amarga y en la cabeza un dolor profundo, se dio cuenta de que los dioses lo habían deshonrado y que se preparaba la ruina del pueblo tolteca y la caída de la gloriosa Tollan. Avergonzado decidió marchar rumbo a la estrella vespertina, su casa y en las playas de lo que hoy es Tabasco arrojó, por última vez, las semillas del cacao.