La ciencia ficción de Tarkovski. Parte I: Solaris

Tarkovski es un director de cine de nacionalidad rusa, cuyas obras son para muchos consideradas como de culto. Parte de su producción abarca películas relacionadas con la ciencia ficción y, en estas, la singular aproximación de Tarkovski al género ha llamado desde siempre la atención del público, por ser considerada en extremo “inusual”. Acompáñanos a averiguar qué es lo que hace tan polémico a este director.

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Elegir 26 abr 2018
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La ciencia ficción de Tarkovski. Parte I: Solaris

Tarkovski es un director de cine de nacionalidad rusa, cuyas obras son para muchos consideradas como de culto. Parte de su producción abarca películas relacionadas con la ciencia ficción y, en estas, la singular aproximación de Tarkovski al género ha llamado desde siempre la atención del público, por ser considerada en extremo “inusual”. Acompáñanos a averiguar qué es lo que hace tan polémico a este director.

En Solaris (1972), la tercera película de Tarkovski, el descubrimiento del planeta que le da su nombre al film agita profusamente la curiosidad de los científicos terrestres. Estos, luego de los primeros monitoreos, deciden mandar un contingente de astronautas para investigar si el planeta tiene recursos naturales explotables -como la Tierra- o es un elemento inhóspito. Pero ya en la órbita del astro el conflicto empieza. Allá, cosas fuera de lo ordinario comienzan a sucederle a estos pioneros.

Visiones de seres grotescos, períodos de alucinación o de una extraña locura temporal causan estragos dentro de la primera embajada terrícola; que está instalada en una base flotante, debido a que la cara externa del planeta está totalmente cubierta por un mar amarillo. Durante las exploraciones, un astronauta intenta aproximarse demasiado a la superficie ambarina, pero pronto se pierde contacto con él y se le da por muerto.

Por diez años, eventos de este tipo se suceden hasta que finalmente, preocupados por la factibilidad del proyecto, los miembros de la junta directiva que financia la expedición se reúnen para tomar una decisión.

Parece que el mar de Solaris es en realidad un gigantesco cerebro, que se defiende de las incursiones de los científicos arrojándoles reflejos de sus propios subconscientes. Para empeorar las cosas, las comunicaciones con la base espacial se han interrumpido totalmente.

Con este panorama desalentador, la junta directiva acuerda enviar a Kris Kelvin, psicólogo-astronauta y protagonista del film, al evasivo planeta, para que determine el estatus de la investigación. El futuro de la expedición depende de lo que aquel diga en su informe. Pero al arribar a su destino, Kris corrobora dos tristes verdades: que el rumor del suicidio de uno de sus colegas -el fisiólogo Gibarain- es cierto y que, del centenar de científicos que fueron enviados al inicio de la expedición, ya solo quedan dos: el astrofísico Snaut y el astrobiólogo Sartorius.

El discurso del astronauta Snaut en la biblioteca es un momento crucial de la película.

En Solaris cada quien es perseguido por lo que hay en su subconsciente. Sartorious, el astrobiólogo, mantiene extrañas criaturas encerradas en su laboratorio; el reflejo quizá de su afán por justificar la ciencia por la ciencia.

Desde el inicio de la película, que abre en la víspera del despegue de Kris, este se muestra como un científico frío, impulsado solo por el interés de alcanzar resultados irrebatibles, acordes con la metodología de una lógica racional. Es debido a aquella actitud que el psicólogo tiene aquí su primer impasse con Burton, un exastronauta, viejo compañero del que sobrevoló demasiado cerca de la superficie de Solaris.

Burton visita a Kris para convencerlo de que tome una posición distinta con respecto al planeta, puesto que el futuro viajero piensa que para hacer progresar las investigaciones allá hace falta irradiar al mar con rayos gamma. Mas el psicólogo no cede, y Berton le explica que antes de hallar los restos de la nave del astronauta fallecido él vio la cabeza de un bebé gigante sobre el mar. Sin ninguna evidencia para corroborarlo, el testimonio de la imagen fue tomado por las autoridades como un delirio típico de los que habitan la órbita del astro amarillo.

Berton (Vladislav Dvorzhets).

No obstante aquello, Berton asegura que meses después, al realizarle una visita a la viuda de su colega, reconoce al bebé de Solaris en los brazos de la mujer. Con esto, el exastronauta quiere referir que lo visto en el planeta no son meras fantasías y que hay en verdad algo extraordinario en aquellas aguas. Diciéndole que es irresponsable permitir que personas que se dejan nublar el juicio por sus emociones vayan al espacio, Kris pone fin al encuentro. En efecto, el astronauta intenta aferrarse a lo que sabe al llegar a la base flotante, pero el planeta no es un monstruo que pueda ser disecado, es algo más.

Tarkovski no humaniza a Solaris ni le da los rasgos de un alienígena mutante. Hace algo mucho más interesante: lo convierte en un espejo de la consciencia humana. De este modo, lo que las personas acuden a ver allí es un pozo que recupera los anhelos más profundos del alma. Estos astronautas deberán asistir a la sorpresa de que han cruzado medio universo tan solo para volver a descubrir qué es aquello que los hace humanos.

Decidido a no dejarse llevar por las fantasías de las mentes “imaginativas” que han llevado a la expedición al estado tambaleante en que se encuentra, Kris se aferra a lo que sabe -y así parece seguir al dedillo lo que indican los manuales de procedimientos-.

Pero durante su primera noche allá, Solaris materializa un hilo suelto de la consciencia del astronauta.

Al despertar, Kris encuentra a su lado a Hari, quien fue su esposa hasta el momento en que se suicidó, varios años atrás. Aunque se trata solo de un reflejo de su consciencia, el viajero interestelar deberá aprender a lidiar con aquello que lo mantiene unido a la Tierra, algo que quizá sea el camino de vuelta a su humanidad.

Francisco Guatoro
Fuentes consultadas: hobbyconsolas/wikipedia

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