La última película de uno de los más grandes directores de todos los tiempos: Andrei Tarkovsky.
Con una escasa pero perfecta filmografía ("La Infancia de Iván"; "Andrei Rublev", "Solaris", "Stalker", "El Espejo" y Nostalgia"), este director ruso ha demostrado ser uno de los autores más maduros y vanguardistas en la historia del cine.
"El Sacrificio" se realizó en Suecia en la ciudad de Faro, lugar donde el gran Ingmar Bergman realizó un buen número de películas (director con el cual existía un mutuo respeto y admiración), fue fotografiada de manera elegante y exquisita por Sven Nykvist (colaborador habitual de Bergman), presenta una impresionante actuación de Erland Josephson (actor fetiche de Bergman) y es un profundo estudio sobre la vida, el amor y la muerte (las temáticas preferidas de Bergman).
Tarkovsky era consciente de su fatídico tumor cerebral cuando dirigió "El Sacrificio" y de ahí que se sienta, al igual que "El Espejo", como una obra autobiográfica, pese a que se ambienta en los albores de la Tercera Guerra Mundial y aborda temas metafísicos y sobrenaturales.
Las obras de este director no son para un público que busca entretenimiento ligero. Este es un autor que invita a contemplar las imágenes (planos largos y fijos), y su ritmo pausado nos brinda el espacio y el silencio para que pensemos sobre ellas. "El Sacrificio" no pretende contarnos una historia. Más bien busca que reflexionemos sobre nuestra existencia y que enfrentemos el miedo que todos tenemos a la muerte. Su acto final, de una gran maestría formal, es devastador y quedará enclavado en el alma de aquellos espectadores que se arriesguen a un cine que, hasta nuestros días, continúa estando adelantado a su tiempo.
