Vísceras expuestas al frío, cocodrilos gigantes y un perro de tres cabezas: La historia del infierno

Casi todas las religiones y culturas tienen una versión del destino final de los malvados de corazón. Aquí les presentamos el infierno de la antigüedad en tres platos.

Federico Capocci
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Elegir 13 oct 2017
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Para los egipcios: La Duat

Ammyt, la devoradora de los muertos o devoradora de corazones, era la diosa egipcia que devoraba el corazón de un ser humano recién fallecido si el alma del difunto era culpable y/o pecadora, era representada por una mezcla de cocodrilo, leopardo e hipopótamo gigante.

Los antiguos egipcios, tenían una mitología bastante compleja y aunque no creían en un infierno como tal, creían en la continuidad del espíritu. Para ellos el peor castigo era dejar de existir, sin embargo, tienen la primera descripción de algo similar al infierno.

Entre sus creencias estaba, que después de la muerte, el Ka (alma y espíritu) se dividía en Ba (alma) y Akh (espíritu). El Ba vivía en la tumba del difunto y era libre de ir y venir a voluntad. El Akh se dirigía directamente al inframundo, para ser juzgado.

La Duat (también llamada Amenti o Necher-Jertet) era el inframundo de la mitología egipcia, el lugar donde se celebraba el juicio de Osiris, y donde el espíritu del difunto debía deambular, sorteando malignos seres y otros peligros, y pasar por una serie de "puertas" en diferentes etapas de su viaje.


Durante el Imperio Antiguo, la denominan Dat y se muestra como un mundo celeste situado sobre la Tierra, cuando las creencias evolucionaron, pasó a ser la Duat y situado esta región en el inframundo, un cielo inferior, ubicado bajo la Tierra.

Al morir, el gran dios del inframundo Osiris se encargaba de juzgar el espíritu del difunto. Anubis (el dios de la muerte) colocaba el corazón del difunto en un lado de su balanza y Ma'at, (la diosa de la verdad y la justicia), ponía su pluma de la verdad en el otro lado.

Si el corazón y la pluma pesaban lo mismo, el Akh (espíritu) se iba al Aaru (el lugar paradisíaco donde reinaba Osiris) un gran reino en donde los buenos espíritus se mezclaban con los dioses en una vida de paz y armonía. Si no Ammyt (la devoradora de corazones) lo devoraba y a la persona juzgada no se le concedía entrar en el Aaru, perdiendo su condición de inmortal, pereciendo definitivamente.

Para los griegos: El Hades y el Tártaro

Hades junto a su guardián Cerbero

Con bastante similitudes a la mitología egipcia, el Hades es un término general que se emplea para describir al reino del dios Hades de la mitología griega, que se creía estaba situado debajo de la Tierra.

Entre los reinos que formaban el Inframundo griego se incluyen:

  • El gran foso del Tártaro consistía en una gran prisión fortificada rodeada por un río de fuego llamado Flegetonte. En un principio sirvió exclusivamente como prisión de los antiguos titanes pero luego pasó a ser el calabozo de las almas condenadas.
  • El territorio de los muertos, gobernado por el dios Hades, que también suele recibir el nombre de hogar o dominio de Hades (domos Aidaou), Hades, Érebo, los Campos de Asfódelos, Estigia y Aqueronte.
  • Las Islas de los Bienaventurados o Islas Elíseas gobernadas por Crono. Allí, residían tras su muerte, los grandes héroes míticos.
  • Los Campos Elíseos, gobernados por Radamantis, eran la morada de los muertos virtuosos y los iniciados en los Misterios antiguos. Sus habitantes tenían la posibilidad de regresar al mundo de los vivos, aunque no muchos lo hacían.


Los cinco ríos del Hades eran Aqueronte (el río de la pena), Cocito (lamentos), Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia (odio), que limita con los mundos superiores e inferiores.

Los muertos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte en la barca conducida por Caronte, quien les cobraba un óbolo (una pequeña moneda). Esta moneda era colocada bajo la lengua del difunto o encima de los dos párpados por sus parientes.

Los pobres y quienes no tenían amigos recorrían durante cien años la pradera (de asfódelos), sin medios para cruzar el río, hasta que Caronte accedía a llevarlos sin cobrar.

La otra orilla era vigilada por Cerbero, el perro guardián de tres cabezas, quien cuidaba la puerta de entrada al Hades y se encargaba de que los espíritus de los muertos pudiesen entrar y que nadie saliera. Además, vigilaba que ninguna persona viva entrara al Hades.

En la mitología griega, Caronte era el barquero de Hades, el encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte si tenían un óbolo para pagar el viaje, razón por la cual en la Antigua Grecia los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua. Aquellos que no podían pagar tenían que vagar cien años por las riberas del Aqueronte, tiempo después del cual Caronte accedía a llevarlos sin cobrar.

Los Campos de Asfódelos eran el lugar donde reposaban las almas de aquellos que tuvieron una vida equilibrada respecto a los conceptos representativos del bien y el mal.

En mitologías posteriores, el Tártaro se convirtió en el lugar donde el castigo se adecúa al crimen. Por ejemplo Sísifo, que era un ladrón y un asesino, fue condenado a empujar eternamente una roca cuesta arriba sólo para verla caer por su propio peso

Hermes (el dios mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan) conducía a los muertos ante un tribunal formado por Minos (rey de Creta), Éaco (rey de Egina) y el hermano de Minos, Radamantis.

Cuando la sentencia se conocía, las almas heroicas o benditas iban al Elíseo, las almas ni virtuosas ni malvadas volvían a los Campos de Asfódelos, las impías o malas eran enviadas al camino del tenebroso Tártaro.

En la mitología griega, el Tártaro es tanto una deidad, como un lugar del Inframundo, más profundo incluso que el Hades, donde los malvados eran castigados.

Mientras que, el Hades es el hogar de los muertos, el Tártaro tiene además una serie de habitantes, como los Cíclopes.


En el Tártaro los prisioneros eran guardados por gigantes, cada uno con 50 enormes cabezas y 100 fuertes brazos, llamados Hecatónquiros.

Para los budistas: El Reino de los Narakas

Naraka se traduce generalmente al español como infierno o purgatorio. Los Narakas de la religión budista están estrechamente relacionados con Di Yu, el infierno en la mitología china.

Un Naraka difiere de los infiernos de tradición occidental en dos aspectos.

Primero: Los seres no son enviados al Naraka como resultado de un juicio divino con su correspondiente castigo.

Segundo: La estancia en el Naraka no es eterna, aunque suela ser muy larga.

Según el budismo, un ser nace en un Naraka como resultado directo de su karma previo (consecuencia de sus pensamientos, sus palabras y sus acciones), y reside en él por un período determinado, hasta que su karma haya alcanzado su resultado final. Después de que su karma negativo termine y se agote, podrá renacer en alguno de los mundos superiores como resultado de un karma anterior que no había madurado todavía.

La mentalidad de un ser en el infierno correspondería a un estado de extremo terror, desamparo y angustia en un humano.

Físicamente, el reino Naraka se encuentra a lo largo de una serie de redes de cavernas que se extienden por debajo del Yambu Duipa (el mundo humano ordinario) en el interior de la Tierra.

Hay diferentes maneras de enumerar los distintos Narakas y describir sus tormentos. Una de las más comunes es la de los Ocho Narakas Helados y los Ocho Narakas Ardientes

Los Ocho Narakas Helados

Arbuda: Es una oscura y congelada llanura rodeada de montaña heladas y continuamente barrida por ventiscas. Los habitantes de este mundo nacen directamente siendo adultos y soportan una larga vida desnudos y solos, mientras que el frío les provoca quemaduras y ampollas por todo el cuerpo.

Nirarbuda: Este Naraka es todavía más frío que el anterior, y aquí las ampollas se abren, dejando a los seres que lo habitan con sus cuerpos helados y cubiertos de sangre y pus.

Aṭaṭa: Donde los seres sufren un frío terrible, y el sonido que producen con sus bocas al tembla, le da el nombre su nombre.

Hahava: Donde los seres se lamentan en medio del frío, pronunciando ha, ho de dolor.

Cada vida en estos Narakas Helados es veinte veces más larga que la anterior.

Huhuvu: Donde los seres tiemblan y castañean sus dientes de forma continua, produciendo el sonido hu hu.

Utpala: Donde el frío intenso provoca que la piel se vuelva de color azul.

Padma: Donde las ventiscas rompen la piel congelada, abriendo heridas de sangre y carne cruda.

Mahāpadma: Donde el cuerpo entero termina por romperse en piezas, quedando los órganos internos expuestos también al frío, y rompiéndose ellos también más tarde.

Los Ocho Narakas Ardientes

Sañjīva: Donde el suelo está hecho de hierro al rojo vivo, calentado por un inmenso fuego. Se renace siendo adulto directamente, en un estado de miedo y miseria. Tan pronto como el ser comienza a tener miedo de sentirse perjudicado o dañado por los otros seres que lo acompañan, empiezan a atacarse unos a otros con unas cuchillas o garras de acero que aparecen en el lugar.

Kālasūtra: En él, aparte de los tormentos antes nombrados, se incluye el de dibujar líneas negras a lo largo del cuerpo del condenado, tras lo cual los sirvientes de Lama cortan el cuerpo siguiendo las líneas con ardientes sierras y afiladas hachas.

Saṃghāta: Está rodeado de enormes montañas de rocas que se estrellan unas contra otras y caen, aplastando a los seres, y dejando una masa sanguinolenta debajo de los escombros. Las rocas vuelven a colocarse en su posición original, y el ser se recupera de nuevo, repitiéndose el proceso una y otra vez.

La duración de vida en estos Narakas Ardientes va desde los 1.62 billones de años, hasta los 3.39 trillones de años.

Raurava: Aquí los seres corren, huyendo de los anteriores tormentos, y sobre todo del suelo ardiente. Cuando encuentran un refugio, quedan encerrados dentro, mientras unas llamaradas rodean la estructura, oyéndose desde fuera los gritos de los seres atrapados mientras se consumen lentamente.

Mahāraurava: Similar al anterior, pero con castigos y dolor más grandes.

Tapana: Donde los sirvientes de Lama empalan a los condenados con lanzas ardientes, hasta que las llamas salen a través de la boca y la nariz.

Pratāpana: Las torturas son parecidas a las del Naraka Tapana, pero aquí los seres son atravesados de una forma incluso más sangrienta, usando tridentes.

Avichi: Aquí, los condenados se asan en enormes hornos con gigantescas llamaradas y con un sufrimiento terrible.

Pórtense bien y dulces sueños...

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Created by Tal Garner
On Nov 18, 2021